Son las 12 de la noche y de pronto un profundo sentimiento de vacío se apodera de mi. Me encuentro cara a cara con mi propia miseria, litost, la tristeza me invade, comienzo a llorar, el miedo toma posesión de mi cuerpo y me siento encerrada en él. Me miró en el espejo y desconozco por completo lo que veo, me asusto, comienzo a sentirme cada vez más aterrada, me angustio, la ansiedad me domina, lloró cada vez con más intensidad. Me hago bolita en mi cama e intentó dormir, pero el llanto no para.
Es como si mi cuerpo fuera completamente ajeno a mi, por más que intento mantener la calma, la tristeza, la ansiedad y el miedo se vuelven dueños de mi, me dominan. Me abrazo fuertemente, con tanta fuerza que me entierro las uñas y en lugar de una caricia, araño mi piel, es entonces cuando comienzo a sentir de nuevo mi cuerpo como propio. Corro al baño,sacó un rastrillo de su empaque y con desesperación lo rompo, no se como, pero cuando me doy cuenta mi brazo está sangrando.
Mientras la sangre recorre mi piel lentamente, voy sintiendo con mayor precisión cada estímulo que recibo, decido hacerme otro corte, siento un gran alivio y me doy cuenta que estoy viva, que soy yo, que ese dolor me sana y me libera de la angustia de sentirme encerrada en mi propio cuerpo.
Así recuerdo, tan vívida mente, la primera vez que me corte. Sentí un falso alivio que me ayudó a no sentir la angustia, la tristeza y el miedo que me dominaban en ese momento.
Aún no entiendo cómo fue que decidí tomar ese primer rastrillo y cortar mi piel. Pero si recuerdo la última vez que lo hice, como el darme cuenta que mi cuerpo es un templo que debo de cuidar, que es el que me protege y como tal debo respetarlo y amarlo. Fue entonces cuando tire todas las navajas, láminas de rastrillo y bisturís a la basura.
No diré que fue fácil dejar lo que me consoló en momentos de soledad y me ayudó a sentirme viva cuando me sentía muerta por dentro. Hoy me doy cuenta que por mas vivaque eso me hiciera sentir, me acercaba cada vez más a la muerte.
Hoy elijo la vida, por que la vida vale la pena.
Tania Aréstegui
VALE LA PENA
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