Está historia para empezar no tiene final, porque no lo tendrá hasta que llegue el día en el que sea debido y no por mi mano tenerla.
Muchas veces la gente se pregunta cómo es que alguien a tan corta edad puede sufrir desgarradoramente, unos días en completa armonía, otros días sin querer hacer nada y con sólo una motivación, no decepcionar a los demás. Pero muchas veces esa motivación no es suficiente, porque nada lo es hasta que por no solo segunda vez, ni tercera, pero tocas fondo; un negro del cual no quieres regresar por mejor que se vea, es tan negro, tan solo que se vuelve adictivo, te sumerges y no puedes salir, es increíblemente seductor pero por esto mismo te atrapa, tanto que ya no puedes más, no hay salida, no hay luz.
Querer satisfacer esa pulsión de morir, de ya no estar. Va más allá de no soportar, de escapar de la realidad, va mucho más allá, porque es algo que poco a poco te consume y no te deja en paz. Hasta que un día lo dejas de sentir y puedes salir adelante y esa luz te sigue, te levantas y continuas, con varias cicatrices en las piernas enmascaradas para no dar explicaciones o simplemente en lugares sumamente estratégicos para evitar miradas que no necesitas, preguntas innecesarias y el simple hecho de no poder expresar todo eso que te pasó.
La vida vale la pena vivirla y muchas veces no sabemos pedir ayuda, no sabemos qué hacer con ese dolor, ni a quien decírselo.
Por mucho tiempo lo callé y no quise hablarlo, no quise decir que era lo que pasaba y poco a poco se fue acumulando. Años y años de no hablar, de tratar de estar bien, sacando todo eso por acciones que no valían y sintiendo un vacío inmensurable, sentir que simplemente no vales, tocar fondo una y otra vez, sentir todo, no sentir nada y sobretodo estar sumergida en ese negro del cual no sabes como salir, un vacío no sólo existencial, era casi físico, podía sentir como me encontraba vacía con cada una de esas acciones, que sin razón me llevaban a un lado más oscuro.
Todos los días al amanecer lucho con todas mis fuerzas, porque es constante y no se va, pero hay que tener los pies muy bien plantados en la tierra para poder continuar. Hace poco tuve un episodio que me recordó lo mucho que no quiero volver a esa seductora oscuridad y aunque no esté de pie completamente, sigo aquí y me lleno yo sola de vida, porque al final mucha gente dirá que estamos solos y que solo nosotros nos podemos levantar, que sí tiene mucho de cierto eso, pero nunca está de más pedir ayuda, nunca es ni muy tarde ni muy temprano para pedir ayuda, porque siempre hay alguien en quien puedas confiar.
El único pensamiento que quiero ahora en mi cabeza es el de continuar, el de luchar, de continuar al frente y el más fuerte de todos el de vivir y saber descansar para nunca dejar de luchar. La soledad es solo una elección y siempre hay alguien para ti, como lo han habido para mi. Nunca dudes ni te avergüences en pedir ayuda.
Escrito por:
Dinorah Hegewisch
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