Tania, hemos analizado tu caso y consideramos que lo más indicado para ti en este momento es una hospitalización; lo más pronto posible”. Estas fueron las palabras de mi psiquiatra hace 8 semanas.
Eran las palabras que más temía escuchar desde hace 15 años. 15 años luchando contra la anorexia. La recuperación no siempre es un camino lineal, hay subidas y bajadas; ya tenía varios años en que los síntomas de esta enfermedad habían remitido, sin embargo, el pasado verano la vida me puso una de las pruebas más difíciles a las que me ha enfrentado. Enfermar (de lo que sea) te genera desequilibrio, pero recaer en algo que creías superado te provoca enojo, tristeza, frustración y sobretodo, mucho miedo.
Justo el miedo era la emoción que me dominó los pasados 6 meses. En cuanto supe que mi única opción era hospitalizarme en psiquiatría, el miedo arrasó conmigo, pero extrañamente vino acompañado con un sentimiento de alivio. Había llegado el momento de enfrentarme cara a cara con mi “compañera” de tantos años.
Hoy, después de 42 días hospitalizada, me demostré a mi misma que yo mando en mi cuerpo, mente y espíritu. Ninguna enfermedad podrá acabar conmigo. Me amo tal y como soy, cuido y respeto mi cuerpo, como el templo del Espíritu Santo que es.
¿El miedo? El miedo no se ha ido pero tengo tres opciones qué hacer cuando llega: pelear, huir o congelarme. Esa es la función del miedo. Es una emoción y las emociones no son malas. Lo malo es no aprender a dominarlas y utilizarlas con inteligencia.
Las mejores cosas sobre las que tenemos que decidir son justo las que más miedo provocan, pero hay que arriesgarse, porque como dice San Josemaria: Vale la pena jugarse la vida, entregarse por entero, para corresponder al amor y a la confianza que Dios deposita en nosotros.
Tania Aréstegui
VALE LA PENA
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